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Entre a la cocina. Cascaras de bananos por todas partes. Era como si estuviera ante un cementerio de frutas amarillas. Supongo que Ava estuvo aquí.
Bajo nivel de curiosidad. Salgo de la cocina antes de mi segundo pestañeo.
En segundos salgo de la casa. Viento frío. Mi cuerpo le da la bienvenida como puede: tiembla. Mi debilidad sale a la superficie, mi humanidad una vez mas delatada.
Camino no se a donde. Solo se que no me puedo detener: no querer y no poder ahora son uno.
Corro. He llegado lejos, lo se. No preguntes, después de las primeras 4 cuadras he perdido la cuenta. Ignoro mi fatiga.
Se acabo. No puedo postergarlo mas. Tuve que detenerme a respirar. Me topo con un letrero.
Esta es La casa. La casa de los vagabundos, hijos de nadie, almas que no encuentra su lugar en el mundo.
Me apresuro a entrar antes de que mis piernas me traicionen. Alivio. Hambre y sed son solo recuerdos. Se siente como despertar. Se siente como el comienzo de un nuevo día. Se siente como otra oportunidad.
Es mi deseo permanecer aquí. Ser una columna, ser un banco o ser uno de los cuadros de esta casa.
!!Cuán amables son tus
moradas, oh Jehová de los ejércitos!
Anhela mi alma y aun
ardientemente desea los atrios de Jehová;
Mi corazón y mi carne
cantan al Dios vivo.
Y la golondrina nido
para sí, donde ponga sus polluelos,
Cerca de tus altares,
oh Jehová de los ejércitos,
Rey mío, y Dios mío.
Perpetuamente te
alabarán.
Aun el gorrión halla
casa,
Bienaventurados los que
habitan en tu casa;
Perpetuamente te alabarán.
Salmo
84:1-4
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