lunes, 23 de junio de 2014

La gran historia: primera parte

Antonio Cinotti, Creative Commons

Había una vez en un reino muy lejano un Rey noble, más noble que todos los reyes que se hayan conocido juntos. Era tierno y fuerte. Tan tierno que los pajarillos amaban posarse en la ventana de su recamara y tan fuerte que las bestias más salvajes le temían.

Este rey tuvo una hija, y antes de ella nacer ya la amaba, tenia grandes planes para ella. Soñaba con verla gobernar junto a su hermano.Era una niña hermosa, más hermosa que todas las niñas que conoces juntas. Era juguetona y tenía la energía de cien corre caminos.

Un día su padre decidió que ya tenía la edad para jugar sola en el jardín. Le dio todos los detalles del jardín. Le mostró cada rinconcito. Le contó lo bello que era ver las luciérnagas de noche y los colibríes de día. Por ultimo le habló de la puerta de madera que había en la pared de piedra que separaba el palacio del exterior. Cruzarla era el primer paso para salir del reino. Su padre le explicó que podía hacer y deshacer en el jardín pero que en ningún momento abriera la puerta.

Y la princesa jugó, y jugó y luego jugó de nuevo. Y cada día había mundos por explorar, aventuras por vivir,  y energía por consumir. Pero hubo un día diferente a todos estos días, es el día en el que esta historia se torna oscura.

Ese día la princesa jugaba, como siempre, cuando de repente oyó un fuerte picoteo. El sonido no paraba. Comenzó a investigar de donde venia. ¡Era de la puerta de madera! Un pájaro carpintero estaba haciendo de las suyas. Se olvido del carpintero en seguida y comenzó a pensar en la puerta.

Ella quería saber lo que su padre sabia. Ella quería conocer el después de la puerta igual que el. Era curiosidad. Era travesura. Era orgullo.

Abrió la puerta. Titubeo pero salió, salió como quien camina por primera vez. Tenía miedo, cuidaba sus pasos pero luego sintió confianza. No es tan malo después de todo, ¿verdad? Lo terrible de esto es que con cada paso que ella daba, olvidaba. Olvidaba su cama tibia y el festín diario en la mesa. Olvidaba su nombre. Olvidaba como era su padre, ahora le temía como al Cuco. Olvido el amor y ternura de su padre. Se le endureció el corazón.

Si pudiéramos subir a las nubes, tu y yo, y nos sentáramos en una te señalaría el reino del Rey noble, un lugar donde el sol brillaba como nunca, los niños jugaban libremente en las calles y los hombres eran buenos unos con otros. Te mostraría como el jardín estaba justo en el extremo final del reino. Es decir que salir del palacio significaba al mismo tiempo, salir del reino. Después de la pared de piedra, como a unos 20 pasos estaba el Bosque Extraño y en medio del Bosque Extraño estaba el Pueblo Extraño. El Pueblo Extraño era un lugar donde cada quien hacia lo que le parecía, las personas usaban los zapatos en la cabeza y los niños desayunaban soda con dulces. En el Pueblo Extraño todo era tan pero tan feo que al sol no le gustaba pasar por ahí.

Allí odiaban con todo el corazón al Rey noble. Se podría decir que en el Pueblo Extraño solo habían dos reglas: haz solo lo que te parezca hacer y bajo ninguna circunstancia menciones el nombre de ya-tu-sabes-quien. Lo que sucedía era que si en algún momento oían mencionar al Rey Noble, les entraba una comezón en los oídos terrible, se le hinchaban y la comezón se esparcía por su cara, por el cuello y después por todo el cuerpo. Lo odiaban, de verdad lo odiaban.

La princesa decidida a explorar se adentro en el bosque, no sin que antes se rasgara un poquito de la manga derecha del vestido que llevaba puesto. En principio el bosque se veía bonito pero mientras más avanzaba mas lúgubre lucia. Todos los arboles eran altos y oscuros. Algunos estaban secos y los otros cubrían el cielo con sus ramas y hojas. El sol no daba su calor ni su luz. Nuestra exploradora se tropezó en varias ocasiones. Ramas la rasguñaban, y se sentía frustrada, era como si lo hicieran a propósito. Todo lucia idéntico atrás y adelante, no había ningún sendero. Y no era que deseara volver a casa pero tampoco quería seguir en este bosque. Se desplomo en el suelo y se fajó a llorar. Minutos después vio una pequeña luz y se lleno de esperanza: estos árboles no eran todo lo que había. Se armo de valor para seguir adelante. Camino, y camino y al fin llego al pueblo.


Mientras tanto, su padre, quien notó su ausencia, envió guardias reales a inspeccionar. Los guardias encontraron el pedazo de vestido que confirmaba la huida de la princesa. Nunca se había visto al Rey noble tan triste. Estaba devastado y… decidido. Decidido a rescatar a su hija de ella misma. El y su hijo trazaron un plan. El joven príncipe partiría en búsqueda de su hermana. Sabían que sería complicado entrar al Pueblo Extraño. Se iría sin lujos. Sin llamar la atención. No como príncipe, repleto de sus súbditos y con las debidas comodidades. El hermano de la princesa rendiría voluntariamente los derechos que ella desprecio. Se haría uno más.

Continuará...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.