Había una vez en un reino muy
lejano un Rey noble, más noble que todos los reyes que se hayan conocido juntos.
Era tierno y fuerte. Tan tierno que los pajarillos amaban posarse en la ventana
de su recamara y tan fuerte que las bestias más salvajes le temían.
Este rey tuvo una hija, y antes
de ella nacer ya la amaba, tenia grandes planes para ella. Soñaba con verla
gobernar junto a su hermano.Era una niña hermosa, más hermosa
que todas las niñas que conoces juntas. Era juguetona y tenía la energía de
cien corre caminos.
Un día su padre decidió que ya tenía la edad para jugar sola en el jardín. Le dio todos los detalles del jardín. Le mostró cada rinconcito. Le contó lo bello que era ver las luciérnagas de noche y los colibríes de día. Por ultimo le habló de la puerta de madera que había en la pared de piedra que separaba el palacio del exterior. Cruzarla era el primer paso para salir del reino. Su padre le explicó que podía hacer y deshacer en el jardín pero que en ningún momento abriera la puerta.
Un día su padre decidió que ya tenía la edad para jugar sola en el jardín. Le dio todos los detalles del jardín. Le mostró cada rinconcito. Le contó lo bello que era ver las luciérnagas de noche y los colibríes de día. Por ultimo le habló de la puerta de madera que había en la pared de piedra que separaba el palacio del exterior. Cruzarla era el primer paso para salir del reino. Su padre le explicó que podía hacer y deshacer en el jardín pero que en ningún momento abriera la puerta.
Y la princesa jugó, y jugó y
luego jugó de nuevo. Y cada día había mundos por explorar, aventuras por
vivir, y energía por consumir. Pero
hubo un día diferente a todos estos días, es el día en el que esta historia se
torna oscura.
Ese día la princesa jugaba, como siempre, cuando de repente
oyó un fuerte picoteo. El sonido no paraba. Comenzó a investigar de donde
venia. ¡Era de la puerta de madera! Un pájaro carpintero estaba haciendo de las
suyas. Se olvido del carpintero en seguida y comenzó a pensar en la puerta.
Ella quería saber lo que su padre
sabia. Ella quería conocer el después de la puerta igual que el. Era
curiosidad. Era travesura. Era orgullo.
Abrió la puerta. Titubeo pero salió,
salió como quien camina por primera vez. Tenía miedo, cuidaba sus pasos pero
luego sintió confianza. No es tan malo después de todo, ¿verdad? Lo terrible de
esto es que con cada paso que ella daba, olvidaba. Olvidaba su cama tibia y el festín
diario en la mesa. Olvidaba su nombre. Olvidaba como era su padre, ahora le
temía como al Cuco. Olvido el amor y ternura de su padre. Se le endureció el corazón.
Continuará...
Si pudiéramos subir a las nubes,
tu y yo, y nos sentáramos en una te señalaría el reino del Rey noble, un lugar
donde el sol brillaba como nunca, los niños jugaban libremente en las calles y
los hombres eran buenos unos con otros. Te mostraría como el jardín estaba
justo en el extremo final del reino. Es decir que salir del palacio significaba
al mismo tiempo, salir del reino. Después de la pared de piedra, como a unos 20
pasos estaba el Bosque Extraño y en medio del Bosque Extraño estaba el Pueblo
Extraño. El Pueblo Extraño era un lugar donde cada quien hacia lo que le
parecía, las personas usaban los zapatos en la cabeza y los niños desayunaban
soda con dulces. En el Pueblo Extraño todo era tan pero tan feo que al sol no
le gustaba pasar por ahí.
Allí odiaban con todo el corazón
al Rey noble. Se podría decir que en el Pueblo Extraño solo habían dos reglas:
haz solo lo que te parezca hacer y bajo ninguna circunstancia menciones el nombre
de ya-tu-sabes-quien. Lo que sucedía era que si en algún momento oían mencionar
al Rey Noble, les entraba una comezón en los oídos terrible, se le hinchaban y
la comezón se esparcía por su cara, por el cuello y después por todo el cuerpo.
Lo odiaban, de verdad lo odiaban.
La princesa decidida a explorar
se adentro en el bosque, no sin que antes se rasgara un poquito de la manga
derecha del vestido que llevaba puesto. En principio el bosque se veía bonito
pero mientras más avanzaba mas lúgubre lucia. Todos los arboles eran altos y
oscuros. Algunos estaban secos y los otros cubrían el cielo con sus ramas y
hojas. El sol no daba su calor ni su luz. Nuestra exploradora se tropezó en
varias ocasiones. Ramas la rasguñaban, y se sentía frustrada, era como si lo hicieran a propósito.
Todo lucia idéntico atrás y adelante, no había ningún sendero. Y no era que
deseara volver a casa pero tampoco quería seguir en este bosque. Se desplomo en
el suelo y se fajó a llorar. Minutos después vio una pequeña luz y se lleno de
esperanza: estos árboles no eran todo lo que había. Se armo de valor para
seguir adelante. Camino, y camino y al fin llego al pueblo.
Mientras tanto, su padre, quien
notó su ausencia, envió guardias reales a inspeccionar. Los guardias
encontraron el pedazo de vestido que confirmaba la huida de la princesa. Nunca
se había visto al Rey noble tan triste. Estaba devastado y… decidido. Decidido
a rescatar a su hija de ella misma. El y su hijo trazaron un plan. El joven
príncipe partiría en búsqueda de su hermana. Sabían que sería complicado entrar
al Pueblo Extraño. Se iría sin lujos. Sin llamar la atención. No como príncipe,
repleto de sus súbditos y con las debidas comodidades. El hermano de la
princesa rendiría voluntariamente los derechos que ella desprecio. Se haría uno
más.
Continuará...
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