lunes, 10 de octubre de 2011

C.S. Lewis y la teologia


Lihn H. Nguyen, Creative Commons
Aquí las dejo con fragmento de Mero cristianismo, de C.S. Lewis.

Todos me han aconsejado que no diga lo que voy a decir en este último libro. Todos dicen: “El lector común no está interesado en la teología; háblales en cuanto a lo que es la sencilla religión práctica”. Pero no he seguido su consejo. No pienso que el lector común sea tan falto de buen sentido. Teología significa “la ciencia de Dios”, y creo que a cualquier hombre que desea pensar en Dios le gustaría tener las ideas más claras y precisas que en cuanto a El se tengan. No somos niños; ¿qué razón existe, entonces, para tratarnos como si lo fuéramos?
En cierta forma entiendo muy bien por qué ciertas personas rechazan la teología. Recuerdo que una vez cuando estaba dando una conferencia a personas alistadas en la fuerza aérea de la Gran Bretaña, un viejo y algo amargado oficial se levantó y dijo: -No me interesa en lo más mínimo este asunto. Pero yo soy lo que podría llamarse un hombre religioso. Sé que existe un Dios. Lo he sentido cuando me he visto solitario en el desierto en medio de la noche: el tremendo misterio. Y por ello no creo en sus dogmitas y formulitas en cuanto a El. A todo aquel que se ha enfrentado a Dios de verdad todas estas cosas le parecen insignificantes, pedantes e irreales. En un cierto sentido estoy de acuerdo con ese oficial. Pienso que en el desierto él tuvo una experiencia real con Dios. Y cuando pasó de la experiencia a los credos cristianos, creo que estaba pasando de una cosa real a otra menos real.
De igual manera, si alguien se halla contemplando el Atlántico desde la playa y luego pasa a mirar un mapa del Atlántico, también estará pasando de algo que es real a otra cosa que es menos real; está pasando de olas de verdad a un trozo de papel coloreado. Pero aquí llegamos al punto. Se sabe que el mapa es eso: un trozo de papel coloreado, pero hay dos cosas que se deben recordar en cuanto a él. En primer lugar, se basa en lo que cientos y miles de personas han hallado al navegar por el Atlántico. En ese sentido tiene tras sí multitud de experiencias que son tan reales como la que obtenemos al mirarlo desde la playa, con esta diferencia: que la experiencia nuestra es un solo vistazo a lo verdadero, al paso que el mapa fija en forma conjunta multitud de otras experiencias. En segundo lugar, si se desea ir a alguna parte, el mapa se hace indispensable. Mientras nos contentamos con pasear sobre la playa, contemplarlo tiene mayor atractivo que contemplar un mapa. Pero el mapa es más útil si se desea pasar de un continente a otro. La teología se asemeja a un mapa.
El mero pensar y aprender en cuanto a las doctrinas cristianas es menos real y menos emocionante, si es que no se pasa de ello, que la experiencia de mi amigo en el desierto. Las doctrinas no son Dios: son sólo una especie de mapa.

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