Clara Araujo, Creative Commons |
La princesa se adaptó al pueblo.
Vendió las prendas que llevaba puestas para poder comprar que comer y donde
vivir. Todo en ella cambio. Estaba toda aruñada, cubierta por las heridas que
el Bosque le había infligido. Para ella eso de princesa era cosa del pasado.
Los vagos recuerdos que quedaban se fueron desvaneciendo con los días. Sus
vecinos la llamaban Sin-nombre, el nombre perfecto para una chica sin origen,
sin familia.
Un día se armó gran revuelo en el
pueblo, era más grande de lo usual. Sin-nombre se pregunto qué sucedía. El
escándalo venía de la plaza del pueblo. Le preguntó a una señora que se encontró en la entrada de la
plaza que era lo que estaba pasando, esta le dijo: “Un joven llegó hace dos
días, vino en busca de su hermana, que supuestamente es hija del Rey "tu-sabes-quien". ¡Despreciable! no ha querido cumplir con nuestras reglas y está…
sufriendo las consecuencias”. Sin-nombre no sabía si era curiosidad o qué, pero
sintió unas fuertes ganas por ver a este joven.
La multitud se agolpaba para ver
el espectáculo. Golpes aquí y golpes allí. Un joven que agonizaba del dolor, y
mientras se retorcía usaba lo que le quedaba de aliento para gritar: !Amada!
!Amada! !Hermana! !Regresa a casa! A medida que la princesa se acercaba más
claras se volvían las palabras y mas penetraban en su corazón de piedra que se deshacía,
su corazón comenzó a latir otra vez, y comenzó a recordar. Amada es su nombre.
Cuando finalmente llegó poso la mirada en su hermano moribundo y vió en sus
ojos amor, el amor de su padre. Reconoció en él las mismas heridas que el
bosque le había proporcionado a ella. Se tiró al suelo junto a él, sostuvo su
mano. La multitud alrededor estaba conmocionada.
Y ahí ella fue testigo de la
acción más cruel y cobarde: uno de los hombres que había golpeado al príncipe,
se acerco con una espada envenenada y le hirió en el costado. Amada casi pierde
el aliento. El veneno de la espada invadía su cuerpo y lo convertía en roca. Era
un proceso lento pero seguro.
“Amada, hermana, regresa a casa.
Mi caballo te espera en las afueras del pueblo. Nuestro padre te quiere de
vuelta” fueron sus últimas palabras antes de quedar vuelto una estatua.
Sentada en el suelo junto a su valiente
hermano, la princesa era un baño de lágrimas. La multitud dejo de ser multitud
en segundos, el espectáculo había terminado.
Beso la mano fría de su hermano y
salió corriendo para dejar todo atrás. Y allí con todo el porte de un caballo
real la esperaba el gran caballo blanco del príncipe. Con sus ojos cerrados, se
aferró al caballo como nunca. Después de
largo rato abrió sus ojos y se dio cuenta de que ya estaban al otro extremo del
Bosque extraño.
Reconoció la pared de piedra a
cierta distancia, ya estaban cerca. Su padre que observaba por un balcón, al
verla, salió corriendo a recibirla. Era algo extraño, ver un Rey corriendo y
mas con la fuerza y el entusiasmo con que lo hacia el Rey noble. Al alcanzar a
la princesa la lleno de besos y abrazos suficientes para miles de niños juntos.
Ella estaba sin habla. “Amada, hija mía, aquí estas” no paraba de decir.
Este sería el “felices para
siempre” de esta historia, pero algo entristecía a Amada: su hermano frio,
inmóvil, todo gris, tirado en el suelo de un horrible pueblo. “Tu hermano no ha
muerto, querida hija, solo duerme” -dijo el Rey mientras sonreía con
amabilidad- “Te mostrare algo”.
Juntos fueron a la recamara del
Rey, a un rinconcito que tenía una jaula llena de pájaros, eran los pájaros más
extraños que Amada jamás había visto en toda su vida. Eran como pájaros
carpintero, sus plumas eran de un color gris brillante y en los extremos eran
verdes. Y aquí esta lo más sorprendente: sus picos eran de metal. Eran unos pájaros
elegantes. El Rey noble abrió la jaula y al instante salieron en fila por la
ventana. Era tan increíble la escena que la princesa no se pudo contener, dio
saltos y aplaudió.
Estos pájaros carpinteros fueron
al rescate del príncipe. Picotearon sin compasión la piedra en la que estaba preso.
Los pájaros lo envolvieron. Pedazo a pedazo recuperó la movilidad. Estaba listo
para regresar a casa.
El Rey nuevamente observaba por
el balcón, esta vez acompañado de su hija. Aspiro profundamente. “Se ha
levantado” dijo el Rey mientras envolvía a Amada en sus brazos.
Fin
Excelente! Muy bueno. :D
ResponderEliminarGenial. Gracias! :)
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